miércoles, 15 de agosto de 2012

Columna IV

El tiempo, inevitablemente avanza, sin parar. La distancia se hace cada vez mayor, la brecha se abre. Si saltas tienes que estar seguro de que te cogerá. Y esa inseguridad es la que hace que el tiempo avance, aumentando el trecho. Maldita sea.

Queridos lectores, el amor es una degradante historia de mierda, tiene una introducción, como cualquier novela pija que después será violada contundentemente por algún director de cine; después viene el nudo, las lineas se entrelazan para formar un conflicto que se resuelve en el desenlace, ese cabrón que no quiere nadie. Nadie quiere un final; todos queremos vivir un nudo infinito, resolver problemas constantemente. Un final feliz, sigue siendo un final.

Yo pensaba que todas las historias de amor eran igual de tópicas, todas seguían un patrón. Y así es, todas están determinadas por el miedo humano al futuro, a lo que hay más adelante, a lo que espera agazapado para joderte en cualquier momento. Ese miedo hace resguardarse en lo conocido, en lo seguro; ese miedo hace que no apostemos por ello, que mantengamos la apuesta y perdamos lo menos posible. Somos unos jodidos cobardes y nos enorgullecemos de ello.

Ese amor es el que hace que quieras tocarte indefinidamente la entrepierna. ¿Qué fin tiene sino la muerte del deseo? La satisfacción, mejor dicho, la autosatisfacción, eso es. Todos tenemos un fin en mente, un objetivo al que avanzamos poco a poco, el camino puede desviarse, probar la otra acera aunque sé que mi polla es heterosexual, un trío con una enana, quizá una paja en un avión. Esos subobjetivos mantienen la llama viva. Aún pensamos en lo jodidamente felices que seremos cuando alcancemos nuestro objetivo, nuestro fin y ¿después qué? ¿Qué coño viene después? Estamos muriendo constantemente.

Mejor vivamos en el mundo de los subobjetivos, después ya se verá, dejad de preocuparos por el futuro, cuidaros por lo que hay entre el presente y el futuro, ese segundo después de pensar, ese momento justo después de la última espiración, ese es el importante. Esto no quiere decir que os dejéis un coño a medias, ahí si que tenéis que ser caballerosos, ocuparos del presente y de la vagina de la amable señorita que tenéis encima o del encantador capullo que intenta no correrse antes de tiempo.

Haced lo que os salga de las narices. Yo os odio de todas maneras.

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