martes, 14 de agosto de 2012

Columna III

Cualquier día es el primer día del resto de vuestras estúpidas vidas.

Hoy estaba de resaca como cada puñetero día. Me he despertado en una casa desconocida, he cogido mis pantalones, he abierto la nevera, he cogido una manzana para quitarme el sabor a mierda de la boca, he robado unos cigarrillos y he salido por la puerta. Me daba igual saber que había una persona en la ducha por el ruido del agua. No quería tener que inventarme alguna excusa o, peor, tener que soltar algún dinero.
Estoy solo, por muchas mujeres que tenga cada día, la soledad no desaparece. Me doy cuenta mientras estoy en el parque, fumando y tomándome un irlandés. Allí veo a las familias, con esas estúpidas sonrisas en la cara, mientras las criaturas corren de un lado para otro. Sé que los odio por la envidia que les tengo.

Envidia es una palabra muy fuerte. Quizá un recelo por la facilidad de sus vidas, un trabajo fijo, una comida en la mesa, la misma mujer todos los días, el mismo hombre ¡qué coño hacen sonriendo! Quizá soy un inmaduro, pero ese tipo de vida no puede ser feliz. Aunque a veces pienso que la mía tampoco. Yo era feliz con ella, me daba igual levantarme todos los días a su lado, prepararle el desayuno, que nos hiciéramos el amor todos los días igual. Ahí era feliz, pero todo cambió y parece que sigo siendo feliz, al menos sonrío mientras escribo esto. Los más infelices son aquellos que dicen que son felices y están contentos con su vida, seguramente desean meterse una bala en la cabeza a la primera oportunidad que tuvieran. Así que, por descarte, el más feliz es aquel que no se preocupa en preguntarse si lo es o no.

Toda esta mierda vino a mi cabeza en aquel parque de "blisstonia", viendo a las madres preocupadas, a los padres perfectos y todo ese anuncio público de vida perfecta. De la nada apareció un crío repelente que no paraba de mirarme, me preguntó por qué fumaba, le dije que porque era mayor; me contó que sus padres discutían todo el rato por eso, "¿por ser mayores?" le dije. Es lo malo de los críos, no entienden el humor. Me preguntó por qué estaba triste, no estaba triste, "tampoco pareces feliz" me dijo. Asusté al niño que salió corriendo en dirección a su madre gritando "mami, mami".

Esto no es tan bueno como quisiera, pero coño, un niño de 8 años es lo más desmoralizador que existe.

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