sábado, 11 de agosto de 2012

Columna II

La vida es un suculento bol de sopa caliente y reconstituyente, que Dios ha preparado y removido con su polla.


Esto lo pensé mientras le hacia un perfecto trabajo oral a una puta bastante limpia y presumida. Acababa de soltarle 60 billetes y lo primero que hizo fue ofrecerme una educada invitación para bajar al pilón, y ahí me encontraba yo, tumbado en mi cama con una preciosa mujer de 58 kilos sentada sobre mi cara, quitándose el resto de la ropa mientras yo balbuceaba un cántico sensual para atraer el primero de los orgasmos.

En su depilado y cálido coño pensé si aquello estaba mal, estaba dándole mi dinero a una profesional para follármela, seguramente utilizara la mitad para jaco -o todo-, pero coño allí estaba yo medio empalmado, con mi pequeño y precioso miembro en la boca de una desconocida que, al parecer, conservaba todos los dientes. ¿Está mal pagarle al fontanero para que te arregle las cañerías y evitar que la mierda te llegue a los tobillos? No, está bien visto, pero pagarle a una puta para que te haga media mamada, no. Eso es por los putos prejuicios y los tabús sociales. Porque una puta lleva taconazos, poca ropa, le falta la mitad de los dientes, es una mal hablada y quizá un foco del sida. Pero ¿qué coño? Eso es un tópico tan grande y antiguo que da pena. La chica que ahora mismo acaba de correrse encima mio llevaba unos vaqueros de marca, una blusa semitransparente con una vaquera encima y en el bolso le he visto una puta PSP. Es sin duda la mujer más preciosa que he tenido el placer de follarme. Mañana lo será otra, pero hoy es ella ¿Qué cojones estamos haciendo con la vida, dónde un obrero es un gordo deslenguado que pega a su mujer, una puta es una puta y un asesino es un loco justificado?

La vida es el burdel más grande jamás creado, puedes dar en mano 60 pavos para una media hora de placer injustificado o puedes gastarte 10 en flores, 40 en una cena y 10 en condones para llevarte al amor de tu vida a la cama, proporcionarle el más satisfactorio de sus orgasmos y, después, acostarte a su lado para sentirte bien con una sonrisa bobalicona en la cara, el deber cumplido y el alma limpia.

El cielo te espera capullo.

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