domingo, 16 de septiembre de 2012

Columna XII

Y fue allí dónde miraste al futuro, te dio tanto miedo que volviste a vivir en un pasado imperfecto dónde los errores ya no duelen y las decepciones están ya lloradas.

Queridos patriotas sexuales ¿cuál es el parásito más resistente? ¿Una bacteria? ¿Un virus? ¿Internet? Una idea. Resistente. Altamente contagiosa. Una vez que una idea se ha apoderado del cerebro es casi imposible erradicarla. Una idea completamente formada y entendida, que se aferra a las neuronas, se extiende por cada recoveco de nuestro cerebro y nos infecta. Esa simple idea que llega incluso a definirte como persona. Pero, ¿cuál es la idea más poderosa? Está claro ¿no? Ella. La idea de ella en tu mente es como un volcán en erupción, una lava arrasa con todo y te inocula la más simple y llana de las ideas, pero a la vez la más poderosa catarsis: estás enamorado.

Da igual que intentes olvidar esa idea, ella está ahí asida con fuerza en lo más profundo de nuestro subconsciente, puede parecer que la has olvidado durante unos minutos, incluso un día entero, pero la noche llegará y te encontrarás tumbado en la cama (solo o acompañado) intentando conciliar el sueño, y en ese momento de debilidad la idea explotará dentro de tu mente, ella llegará galopando a lomos de tus neuronas, tomará forma corpórea y se tumbará encima de ti sin hacerte daño; te acariciará la cara, te apartará el pelo con las manos mientras te besa los labios con un cálido y húmedo beso. Has luchado todo el día para olvidarla y ahora te sientes como un idiota porque este es el jodido mejor instante de todo el puñetero día. Te abrazará fuerte, notarás sus labios en el cuello y te susurrará al oído "hola" para convertirte en el hombre más feliz del mundo; pero solo es una idea, no puedes pedirle más, abres los ojos, el sueño a terminado y te quedas con cara de idiota mirando al puto techo, añorándola más de lo puedes soportar.

Y así será por lo siglos de los siglos, joder.

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